El Hombre en Busca de Dios

 

Lo primero en que pensamos es en algunos grandes personajes de la humanidad, que han buscado a Dios durante toda su vida, como San Agustín: le ha buscado en la naturaleza, en los libros, en la enseñanza de grandes maestros, y al final le ha encontrado. se nos viene a la mente su famosa frase: “Nos creaste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti.” Sin embargo, parece que hoy en día somos muy diferentes: no tenemos estas inquietudes.

 

Muchas personas excluyen de su vida toda referencia a la religión. En principio, no tienen mucho en contra, pero el tema de Dios sencillamente no les interesa. No se trata de un rechazo muy consciente, sino de una cierta insensibilidad hacia la cuestión religiosa.

 

No pocas personas parecen carecer de la “inquietud del corazón”. Parecen hasta “alegres” en su nihilismo cotidiano, que no se preocupa del porqué de la vida, y no se hace la pregunta elemental por el sentido de la existencia. Esto, de alguna manera, se puede entender. Nuestra vida se ha convertido, en muchos sentidos, en un ajetreo continuo. Muchas personas sufren del estrés o de un cansancio crónico.

 

La dureza de la vida profesional, y también las exigencias exageradas de la industria del ocio, traen consigo obligaciones excesivas, así que, en muchas ocasiones, lo único que deseamos por la noche es descansar, distraerse de los problemas cotidianos, y no esforzarse en lo más mínimo: no podemos pensar en las grandes cuestiones de la vida, porque tenemos mucho que hacer.

 

En nuestra sociedad de bienestar tan saciada, con frecuencia, no conseguimos detenernos a reflexionar. Sin embargo, somos personas humanas, inteligentes y libres. De vez en cuando, tal vez suframos lo que podríamos llamar un “ataque filosófico”: llegará entonces el momento de preguntarnos: ¿por qué estoy aquí, en el mundo? ¿Qué sentido tiene la vida, mi vida? ¿Por qué me levanto todas las mañanas y me esfuerzo, si al final 2 me espera el cementerio? ¿O hay realmente algo más? Alguna tendencia hacia Dios está inscrita en el corazón del hombre. Todos tenemos de vez en cuando (o, al menos, una vez en la vida, o unas veces en la vida) "momentos sinceros" en los que nos damos cuenta de ello.

 

Es el ansia hacia lo infinito, hacia alguien que nos comprende completamente, el anhelo de seguridad, de protección, de un sentido completo de la existencia. Muchas personas viven la experiencia, que ni el amor humano más bello y profundo nos satisface completamente.


Julián Enrique García Cuté

6to. Perito Contador 

Clave: 5

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