La Santísima Trinidad
La Santísima Trinidad es el dogma fundamental del
cristianismo. Consiste en la creencia de que Dios es uno y trino, es decir, es
una unidad conformada por tres personas divinas relacionadas entre sí: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. A este principio de comunión de tres
personas en un solo Dios se le conoce también como hipóstasis.
El catecismo de la Iglesia Católica lo define de la
siguiente manera:
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo
Dios en tres personas: "la Trinidad”. Las personas divinas no se reparten
la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El
Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y
el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por
naturaleza".
De acuerdo con las diferentes confesiones del cristianismo,
la Santísima Trinidad se ha manifestado a través del Antiguo Testamento y el
Nuevo Testamento. Pero la plena revelación del misterio de la Santísima
Trinidad se le atribuye al mismo Jesús, tanto a juzgar por su relación
manifiesta con Dios, a quien llamaba “Padre”, como por medio de su testimonio y
sus enseñanzas.
En el marco del dogma, el Dios Padre es el creador de la
vida en todas sus formas y manifestaciones. Jesús es el Hijo único de Dios,
quien procede de su misma naturaleza y acepta encarnarse en la Humanidad para
dar cumplimiento a los designios del Padre. Por último, el Espíritu Santo, que
proviene de ambos, es el que infunde la vida e inspira acciones y palabras de
bien en los corazones.
La creencia en la Santísima Trinidad descansa en la
interpretación o exégesis de diversos libros de la Biblia. Así como:
En el libro del Génesis, el narrador pone la voz de Dios en
la primera persona del plural en más de una ocasión. Por ejemplo: “Hagamos al
hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza.” (Gn 1, 26).
A lo largo de los evangelios, estas interpretaciones
adquieren más forma, gracias a las palabras de Jesús. Por ejemplo: “Felipe le
dijo: «Señor, muéstranos al Padre, y eso nos basta.» Jesús le respondió: «Hace
tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me
ve a mí ve al Padre. ¿Cómo es que dices: ¿Muéstranos al Padre?” (Jn 14, 8-9).
Otro ejemplo que podemos registrar está en el evangelio de
Mateo: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.
Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 18,
19).
6to. Perito Contador
Clave: 5
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