Apóstol San Pablo
Saulo nació en el seno de una familia acomodada de
artesanos, judíos fariseos de cultura helenística que poseían el estatuto
jurídico de ciudadanos romanos. Después de los estudios habituales en la
comunidad hebraica del lugar, Saulo fue enviado a Jerusalén para continuarlos
en la escuela de los mejores doctores de la Ley, en especial en la del famoso
rabino Gamaliel. Adquirió así una sólida formación teológica, filosófica, jurídica,
mercantil y lingüística.
No debía, sin embargo, residir en Jerusalén el año 30, en el
momento de la crucifixión de Jesús de Nazaret; pero habitaba en la ciudad
santa seguramente cuando, en el año 36, fue lapidado el diácono Esteban, mártir
de su fe. En concordancia con la educación que había recibido, presidida por la
más rígida observancia de las tradiciones farisaicas, Saulo se significó por
aquellos años como acérrimo perseguidor del cristianismo, considerado entonces
una secta herética del judaísmo. Inflexiblemente ortodoxo, el joven Saulo de
Tarso estuvo presente no sólo en la lapidación de Esteban, sino que se ofreció
además a vigilar los vestidos de los asesinos.
Los jefes de los sacerdotes de Israel le confiaron la misión
de buscar y hacer detener a los partidarios de Jesús en Damasco. Pero de camino
a esta ciudad, Saulo fue objeto de un modo inesperado de una manifestación
prodigiosa del poder divino: deslumbrado por una misteriosa luz, arrojado a
tierra y cegado, se volvió a levantar convertido ya a la fe de Jesucristo.
Según el relato de los Hechos de los Apóstoles y de varias de las
epístolas del propio Pablo, el mismo Jesús se le apareció, le reprochó su
conducta y lo llamó a convertirse en el apóstol de los gentiles y a predicar
entre ellos su palabra.
Tras una estancia en Damasco, se retiró algunos meses al
desierto, haciendo así más firmes y profundos, en el silencio y la soledad, los
cimientos de su creencia. Vuelto a Damasco, y violentamente atacado por los
judíos fanáticos, en el año 39 hubo de abandonar clandestinamente la ciudad
descolgándose en un gran cesto desde lo alto de sus murallas.
Aprovechó la ocasión para marchar a Jerusalén y ponerse en
contacto con los jefes de la Iglesia, San Pedro y los demás
apóstoles, no sin dificultades, porque estaba todavía muy vivo en la Ciudad
Santa el recuerdo de sus actividades como perseguidor. Le avaló en el seno de
la comunidad cristiana San Bernabé, que lo conocía bien y quizá era pariente
suyo. Regresó después a su ciudad natal de Tarso, en cuya región residió y
predicó hasta que hacia el año 43 vino a buscarlo Bernabé. A consecuencia de
una carestía que atacó duramente a Palestina, Pablo y Bernabé fueron enviados a
Antioquía , ciudad cosmopolita donde eran numerosos los seguidores de Jesús,
para llevar la ayuda fraternal de la comunidad de Antioquía a la de Jerusalén.
En compañía de San Bernabé, San Pablo inició desde
Antioquía el primero de sus viajes misioneros, que lo llevó en el año 46 a
Chipre y luego a diversas localidades del Asia Menor. En Chipre, donde
obtuvieron los primeros frutos de su trabajo, abandonó Saulo definitivamente su
nombre hebreo para adoptar el cognomen latino de Paulus, que llevaba
probablemente desde niño como segundo apellido. Su romanidad podía parecer
oportuna para el desarrollo de la misión que el apóstol se proponía llevar a
cabo en los ambientes gentiles. En adelante, sería él quien llevaría la palabra
del Evangelio al mundo pagano; con Pablo, el mensaje de Jesús saldría del marco
judaico, palestiniano, para convertirse en universal.
A lo largo de su predicación, San Pablo iba presentándose
sucesivamente en las sinagogas de las diversas comunidades judaicas; pero esta
presentación terminaba casi siempre en un fracaso. Bien pocos fueron los
hebreos que abrazaron el cristianismo por obra suya. Mucho más eficaz caía su
palabra entre los gentiles y entre los indiferentes que nada sabían de la
religión monoteísta hebraica. En este primer viaje recorrió, además de Chipre,
algunas regiones apartadas del Asia Menor. Creó centros cristianos en Perge, en
Antioquía de Pysidia, en Listra, Iconio y Derbe de Licaonia. El éxito fue
notable; pero también fueron numerosas las dificultades. En Listra escapó de la
muerte sólo porque sus lapidadores creyeron erróneamente que ya había muerto.
Entre el primer y el segundo viaje, San Pablo residió algún tiempo en Antioquía, desde donde marchó a Jerusalén para asistir al llamado "Concilio de los Apóstoles". Las cuestiones que iban a tratarse en el concilio eran de una gravedad difícilmente concebible en nuestros días. Había que dilucidar la licitud de bautizar a los paganos, y, sobre todo, establecer o rechazar la obligatoriedad de los preceptos judíos para los conversos que procedían del paganismo. El éxito de su labor evangelizadora permitió a San Pablo imponer la tesis de que los cristianos gentiles debían tener la misma consideración que los judíos; profundo expositor del valor de la Ley mosaica y de su importancia histórica, San Pablo defendió que la redención operada por Cristo marcaba el definitivo ocaso de dicha ley y rechazó la obligatoriedad de numerosas prácticas judaicas.
Julián Enrique García Cuté
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